Resonancias vol. 21, n° 40, enero-junio 2017, pp. 145-147.
DOI: https://doi.org/10.7764/res.2017.40.8
La fundación de Resonancias tiene un curioso antecedente que me involucra, así como también a Rodrigo Torres, actual miembro del Comité Editorial. Como una manera de aportar al mundo de la música contemporánea, decidimos crear, editar, financiar y publicar A Pulso, una publicación que reunía textos sobre música contemporánea y que, premonitoriamente, publicamos en octubre de 1989 como número cero. Como lo indica su nombre, fue realizada “a pulso” con algunos materiales traducidos del italiano y del francés de Paolo Pinamonti y Phillipe Albèra, una entrevista a Gerardo Gandini de Rodrigo Torres, un artículo mío y una reseña de Darmstad 1988 realizada por Claudio Lewinson, quien asistió a esas jornadas.
Esta publicación, al parecer, motivó al entonces nuevo Director del Instituto de Música, Jaime Donoso, a constituir un grupo de trabajo encabezado por mí, para hacer una propuesta de una futura publicación del Instituto, que se diferenciara de la ya conocida y renombrada Revista Musical Chilena. Fue así que, junto a varios académicos del Instituto que luego formaron parte del primer comité editorial de Resonancias, se planteó la idea de hacer una revista dirigida a un lector más allá del mundo académico: el interesado, el aficionado, el melómano, el músico y compositor, y, por supuesto, aquel perteneciente al mundo de la musicología e investigación académica.
Luego de muchas discusiones y conversaciones a lo largo de algunos años, se decidió diseñar el contenido de la revista en varias secciones dirigidas, justamente, a estos diversos grupos de eventuales lectores. Estas eran “Entrevistas”, “Reflexiones”, “Testimonios”, “Estudios”, “Comentarios” y “Bitácora”. En 1996 se constituyó el comité editorial con la participación de Juana Corbella, Jaime Donoso, Octavio Hasbún, Juan Pablo González, Alejandro Guarello, Oscar Ohlsen y Carmen Peña.
El primer número de Resonancias apareció en noviembre de 1997, con diversos artículos y escritos en los que participó casi la totalidad del comité editorial, al que se sumaron importantes colaboradores como el compositor Gustavo Becerra-Schmidt, que residía en Alemania, el filósofo Jorge Eduardo Rivera, el musicólogo Víctor Rondón y Juana Subercaseaux, por muchos años Directora del Instituto de Música, quien entregó su testimonio acerca de la creación e historia de esta institución.
Las entrevistas, realizadas preferentemente por Oscar Ohlsen, se centraron en los numerosos y variados profesores visitantes que en esos años realizaban cursos, clases magistrales o conferencias en el Instituto.
“Reflexiones”, en cambio, buscó establecer temas y opiniones que motivaran a la reflexión (valga la redundancia) del lector sin entrar en un lenguaje demasiado técnico, abriendo, además, este espacio a colaboradores que no necesariamente eran músicos profesionales, intentando crear un puente entre la música y las diversas disciplinas del quehacer humano.
La sección “Testimonios” se creó con el fin de rescatar la historia musical chilena desde sus propios protagonistas o testigos privilegiados, dando cuenta de la actividad musical chilena más allá de la "historia oficial" que sólo se conocía a través de las informaciones de la crónica de la Revista Musical Chilena. Su objetivo se cumplió a cabalidad, transformándose en una rica fuente de primera mano para muchas de las posteriores investigaciones y publicaciones sobre música chilena.
En este mismo sentido, pero dentro del rigor académico, la sección “Estudios” buscaba transformarse en un corpus musicológico abierto a la musicología latinoamericana a partir de su vínculo con el Premio de Musicología Samuel Claro Valdés, cuyo galardón, además de una suma de dinero, consistía en la publicación del escrito ganador, así como también de las menciones honrosas o textos recomendados por el jurado del certamen.
“Comentarios” buscaba dar relieve crítico a las pocas publicaciones referidas a la música (discos, libros, conciertos), cuyas reseñas escaseaban en la prensa nacional.
Finalmente, la sección “Bitácora” era tal vez la parte más auto-referencial de la publicación ya que estaba dedicada solo a las actividades académicas y musicales desarrolladas por el Instituto de Música y sus académicos, como un modo de equilibrar la falta de difusión musical que reinaba entonces en el periodismo nacional y que daba la sensación de que, en términos de actividad musical, era poco y nada lo que sucedía en Chile.
Como podemos ver, entonces Resonancias tenía claramente un acento en lo nacional con la única apertura hacia lo internacional a través de los estudios (musicología latinoamericana), las entrevistas (muchos de los entrevistados eran extranjeros) y, esporádicamente, a través de los comentarios (que daban a conocer contadas producciones del exterior, pero publicadas en Chile).
Su distribución se llevaba a cabo a través de la venta directa en librerías especializadas, universidades, conciertos y por subscripción con diferentes instituciones extranjeras.
La primera revisión y modificación que se verificó en Resonancias fue a partir de su número 11, al cumplir cinco años. En esa ocasión se rediseñó su portada y se modificó su comité editorial incorporando a otros colaboradores, aparte de los académicos del Instituto de Música. Ellos fueron Gabriel Castillo, del Instituto de Estética UC, y Víctor Rondón y Rodrigo Torres, ambos miembros de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Además, se rompió la obligación práctica de publicar todas y cada una de las secciones originales dejando algunas de ellas fuera de ciertos números.
Luego, hacia 2003, la Universidad, a través de su oficina de comunicaciones, decidió comenzar un proceso para regular y sistematizar todas las publicaciones de las diferentes unidades académicas creando normas generales e incentivando, a través de fondos económicos concursables, a cumplir ciertas metas sobre normas editoriales, distribución y subscripción, entre otras, con miras a la indexación.
Aunque la idea inicial fue ingresar a Scielo, esto no se logró dada su línea editorial miscelánea, dirigida a todo público, la cual no cumplía con los requisitos de una “revista académica” propiamente tal, sino que se mantenía en el perfil de divulgación general. Pese a lo anterior, Resonancias estuvo indizada y luego indexada (2007) en el prestigioso The Music Index y en Latindex hasta 2010.
La Universidad, impulsada por la competitividad de rankings en que la publicación era un factor importante, conminó a aquellas publicaciones que no estaban en los índices importantes y relevantes a adecuar su perfil y contenido para cumplir con los requisitos solicitados por estas instituciones. Muchas fueron las presiones ejercidas desde la Vicerrectoría de Comunicaciones para que Resonancias adoptara finalmente un perfil netamente académico y se sumara a la ya disponible publicación electrónica. En ese sentido Resonancias, aprovechando la creación de un sitio web del propio Instituto de Música, comenzó a poner a disposición del público en formato PDF los números que habían sido producidos en formato digital, dejando pendientes aquellos impresos de modo mecánico para un posterior escaneo y puesta a disposición en la red.
Hacia el año 2010, el Comité Editorial comenzó a discutir acerca de las nuevas condiciones del mundo de las revistas universitarias y decidió realizar un estudio de potencialidad para transformar a Resonancias en una publicación ISI. Esta iniciativa quedó a cargo del musicólogo Christian Spencer, quien hacia fines de 2011 entregó un diseño de estrategia y el enfoque que permitiría cumplir con los requisitos de una publicación ISI.
En 2012, la nueva dirección del Instituto de Música decidió reemplazar íntegramente al equipo de trabajo y comité editorial. A partir de ese año y aprovechando todo el esfuerzo del comité editorial anterior con la ayuda temporal de Christian Spencer, Resonancias se ha transformado en una publicación como la actual, indexada en las instituciones de mayor prestigio del rubro.
Guarello Finlay, Alejandro. 2017. "Resonancias, una publicación del Instituto de Música". Resonancias 21 (40): 145-147.