Resonancias vol. 22, n° 42, enero-junio 2018, pp. 171-174.
DOI: https://doi.org/10.7764/res.2018.42.11
“Las fotos que quedan de aquellos días muestran las paredes del lugar escritas con tiza, plagadas de letras, acordes, frases. Son un retrato de Almendra trabajando: una mezcla caótica de ideas y sonidos, una investigación en curso” (68). Si se piensa en la funcional reducción taxonómica propuesta por Agamben (2011, 5-16), entre obras creadoras y obras redentoras, se podría decir que este libro tiene la firme intención de “salvar” el potencial cognitivo de la historia de Almendra; es decir, demostrar su condición de contenedor pleno de discursividades espacio-temporales. Julián Delgado, de forma diáfana y entretenida, pespunta el recorrido de una de las bandas fundadoras del rock argentino –denominado rock nacional–, resaltando su condición de “potencia” (10). Esto es, no obstante su efímera duración (1968-1970), su nivel de convocatoria, interpelación y efecto conmovedor, no ha sido tal. Al contrario, según Delgado, el impacto de la música de Almendra estuvo lejos de apagarse en 1970, y sigue siendo vivido en el tiempo presente. El libro narra una experiencia, personal a la vez que colectiva, que no para de repetirse, aun con la distancia cronológica e histórica, y los múltiples cambios en las formas de circulación y consumo que evidentemente condicionan la forma en que se escucha una música (219). Tanto los mecanismos de expresión de su tiempo, como la continuación de muchas de las tensiones vividas en esos días, hacen de Almendra, una historia lejana y cercana a la vez.
Desde el registro de un fiel admirador de Luis Alberto Spinetta (vocalista y letrista de la banda), se manifiesta literalmente la intención de poner en lugar secundario la historia conocida, la información convencional. Más bien, emerge un esfuerzo estilístico, ensayístico, legitimador de una red ingeniosa. Es así que, a quien quiera saber qué fue Almendra, le bastará con leer la primera página del prólogo. No obstante, quien desee saber qué es, tendrá que prestar atención a los diferentes aspectos causantes de su asentamiento para muchos como historia viva, como su propia historia. En ese derrotero, el texto adquiere tintes literarios, al oscilar genéricamente entre documento histórico y relato. Este último estadio llega a ser un poco estratégico, así como el uso de preguntas retóricas como trampolín enunciativo, ya que resuelve la falta de documentación con tramos líricos adecuados al estatus de arkhé del rock en español otorgado también a Almendra. En efecto, no solo hay fuentes históricas o periodísticas, sino ficcionales, mentales, acaso afectivas, validando en todo momento la intención del autor de contar una historia de Almendra.
El libro, en su parte inicial, caracteriza un panorama compuesto de diferentes hechos ocurridos durante la segunda parte de la década del sesenta en Buenos Aires. Luego se enlazan estos acontecimientos con la coyuntura internacional de la época, un tiempo con una realidad socio-cultural en estado de desencantamiento. Allí, Almendra es posicionada como puntada que entrelaza ambas historias, como proyecto que, ligado a su tiempo, se forma, se separa y se potencia como texto itinerante. Esto aconteciendo dentro del sistemático desempeño de la industria cultural, que ponía en práctica los mismos mecanismos de expansión, tanto en el primer mundo como en el tercero. Era la industria cultural de finales de los sesenta y principios de los setenta que empezaba a distinguir los géneros musicales populares. No obstante, el circuito de recitales era compartido casi con toda clase de músicas. También compartido era el circuito masivo de presentación, basado en apariciones en programas de televisión y radio gestionados por los mismos sellos y estudios de grabación.
No obstante ayudados por canales de producción y reproducción mainstream, la realidad de “fuera” atravesó a Almendra. En efecto, esa ida y vuelta, esa tensión entre ser artista independiente y comercial convirtió el concepto, el sonido, el semblante de la banda, en algo singular y trascendente. De hecho, el autor dedica buena parte del libro a resaltar, mediante un análisis musicológico, la búsqueda incesante de ruptura y novedad desde las letras y música de sus canciones (85-113). Búsqueda que en últimas fue decisiva para que el grupo se separase pronto, y para que sus seguidores, al mismo tiempo, aumentaran con el pasar de los años. El análisis, además, es soportado y complementado con la opinión de los integrantes en entrevistas célebres donde se registran, por ejemplo, las definiciones de Luis Alberto Spinetta sobre la música y su poder transformador (149-151).
Al análisis de la producción musical y la recuperación de la voz de los protagonistas, el texto adiciona detalles característicos de los revolucionarios años sesenta y los revoltosos setenta que empezaban a asomarse para cuando la banda dejó de existir. La sicodelia, el rock progresivo, el pop británico, el jipismo, la llegada del hombre a la luna, el “boom” literario latinoamericano o el “mayo francés”, son algunos ejemplos. Junto a estas “sustancias” globales, el autor recorre hechos sociales locales específicos de varios tipos, para poder tejer la red de textos reproductores de la propuesta musical y artística de Almendra. Entre esos hechos se destacan los años de vida del famosísimo “Club del Clan” –vitrina masiva de cantantes–, o el gobierno militar de 1966 hasta el fin de su primer periodo (1970).
Esos hechos locales generaron matices que permitieron entender más por qué Almendra sigue convocando a nuevas generaciones hacia su concepto. El golpe de Estado acaecido en 1966, conducente al segundo gobierno militar en Argentina, provocó un choque en el país entre la convicción de un cambio cultural revolucionario y el conservadurismo represivo impuesto por el gobierno. Como resultado de la incertidumbre e irreverencia producidas en esos años, “el Cordobazo”, revuelta popular de oposición al régimen, ocurrida en 1969, fue un evento realmente significativo. El cuadro consumado en ese hecho, se constituyó en punto de quiebre histórico, entre otras razones, porque fue la primera revuelta televisada en directo en Argentina. Lo normal, lo cotidiano, se tornaba extraordinario y la forma del mundo se ponía igual de maleable que una canción (91). Lo anterior dio la bienvenida a una década donde la radicalización política en el país marcó el desencanto frente a las expectativas de transformación social sesentistas, e inauguró un periodo infame en la historia argentina que fue escenario de la separación de la banda.
No obstante esos años monocromáticos, el autor resalta que ni la industria discográfica, ni la dictadura militar de Onganía vieron en Almendra un producto subversivo. Tenía sus particularidades, mas no fue visto por aquellas instituciones sino como una banda beat que sonaba y vendía bien. Asimismo, el texto se enfoca en cómo la historia no solo atravesó a la banda sino que la desplazó. Uno de los ejemplos más claros se resalta en la canción “Camino difícil”. Allí se pone el acento en el contraste entre la base de tempo lento y sonidos prístinos de la melodía, y los versos acompañantes “compañero toma mi fusil, ven y abraza a tu general” (155). Esa forma explícita evidenció, según Delgado, el total arrasamiento de la utopía acercada por la década del sesenta, a saber, el ser “político” autónomo de “la política”. Efectivamente, Almendra se vio exigida a definirse ideológicamente, por la misma encrucijada epocal, resultado de movimientos telúricos sociales focalizados y globales.
Con respecto a la sustancia musical global o elemento musical histórico más revisado en el libro, Los Beatles es el elegido. En el libro, Almendra es retratada como parangón local de la banda de Liverpool y el texto se centra en su pretensión análoga de innovar el espectro musical y cultural de su tiempo. Es decir, en ambos casos, la originalidad musical se reveló como marca de una revolución de la imaginación inminente y materializada en la década del sesenta, ondeando la bandera de una especie de “armonía emancipadora” (125). Asimismo, en ambos casos se condensó el espíritu del tiempo, caracterizado por un semblante de transformación subjetiva definitiva. Aquella transformación se llevaría a cabo gracias a la producción incesante de energía revolucionaria, generada gracias al trabajo intelectual y popularizada por voceros aptos. No obstante, ese posicionamiento axiológico, emergente y transformador, también fue epicentro de contradicciones aún actuales. Lentamente la trasgresión devino en valor exclusivamente de goce masivo para la población joven, consustancial a los intereses del capitalismo, dada la armonía entre culturas emergentes como el rock y la sociedad de consumo. En suma, el autor afirma que el “modelo” Beatles fue fundamental para Almendra, porque a lo largo de su carrera se cifraba uno de los elementos históricos de la década. Esto es, la poética de letras pegadizas de impacto rápido y eficaz con imponente afán de deformar la estética cultural, incluyendo los sentidos políticos, marcó la trayectoria de ambos proyectos, y de los sesenta.
De manera que el sello Beatles y la coyuntura local potenciaron, según el texto, el alcance de los sentidos contenidos en la propuesta musical de Almendra. De esta manera, el proyecto se configuró como ensayo musical y poético, y contó con las premisas de cambio permanente, de acumulación de sonoridades diversas, y de acercamiento y alejamiento con géneros “cultos”, manteniendo, ante su aparente dispersión, una coherencia interna inédita en su propuesta musical. Fue un colectivo cuya conexión con la época fue imprescindible para crear. Cuando esa conexión se perdió, cuando se “encontraban en caída libre hacia la realidad” (135), trastocados, la banda prefiere separarse. Frente a una realidad sociocultural y política atravesada por el conflicto y la fricción, marca del comienzo de la década del setenta, la separación se convirtió en una manera de sostener su contemporaneidad. Delgado deja en el lector y su escucha la responsabilidad de descifrar ese “algo” en la música de Almendra, que se resiste a encajar y que trasciende, al mismo tiempo que se conecta interminablemente con su propia época (220).
En suma, el trabajo emprendido por el autor se destaca por el uso de una metodología multidisciplinaria. Ese tratamiento de la materia histórica le imprime dinamismo a la documentación de los hechos, y permite la entrada de elementos narrativos a la sustancia informativa. Como consecuencia, y aunque desde un lugar cargado de emociones personales, la producción cultural se convierte no solo en entretención intrascendente, sino que, para una gran audiencia en Hispanoamérica, en una manera privilegiada de vivir su época. Por consiguiente, este trabajo se configura como aporte metodológico y teórico importante, para dar cuenta de una materialidad que se configura como producción humana y, en tanto tal, como entrada al discurso social de una época.
No obstante, el trabajo muestra una tendencia introspectiva, ligada a un narrador de un relato literario que se empeña en transmitir solipsísticamente sus impresiones. En tenor de relato, algunos tramos son melodramáticos o cargados de un romanticismo un tanto recalcitrante. Por la mayor o menor importancia dada a estos detalles, el enunciatario considerará el texto más o menos histórico, más o menos literario, más o menos periodístico; todo dependiendo de las cercanías o lejanías afectivas propuestas estilísticamente. De todas maneras, los distintos enfoques son trabajados armoniosamente y resultan ser interdependientes e imprescindibles para comprender una densa diacronía específica. Y es tal vez ahí donde esté el gran aporte del texto, en integrar discursivamente el discurso social de un tiempo con los elementos endógenos de una producción cultural-artística dada.
Agamben, Giorgio. 2011. Desnudez. Traducido por Mercedes Ruvituso, María Teresa D’Meza y Cristina Sardoy. Murcia: Adriana Hidalgo Editora.
Orjuela, David. 2018. [Reseña] "Delgado, Julián. 2017. Tu tiempo es hoy. Una historia de Almendra. Buenos Aires: Eterna Cadencia". Resonancias 22 (42): 171-174.